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domingo, 27 de marzo de 2011

ERA UN GRAN EQUIPO

Era un gran equipo. Hace más años aún, en la revista Babel, ante una requisitoria de escribir una prestigiosa nota sobre la cultura vienesa, propuse un equipo de temer bajo la dirección del entonces DT de la selección nacional, Carlos Salvador Bilardo. Un 4-4-2: Wittgenstein en el arco; Kokoschka, Berg, Schumpeter y Musil; Krauss, Zweig, Klimt y Otto Wagner; Freud con Herzl en la delantera. El ayudante de campo era un tal Adolfo del que me olvidé el apellido, pero no era Rodríguez Saá.

En fin, no hay como jugar a las figuritas para colaborar con el pensamiento nacional.

La idea de la muestra, de ésta y de las que armarán con todos los auspicios oficiales que haya, hoy gracias a Albistur, mañana gracias a Jaime, pasado mañana Moreno, pasado pasado por el mecenazgo de otro ser generoso, es la siguiente: el pensamiento nacional y los luchadores nacionales se jugaron la vida y el destino en la década del 70, cuando Albistur y compañeros eran jóvenes maravillosos.

Esta etapa de liberación nacional y popular fue abortada por el golpe militar genocida de 1976. No pudo renacer ni irrumpir en la escena nacional por culpa del europeísmo socialdemócrata del alfonsinismo. Cuando parecía despertarse ante la nueva aurora, gracias a los carapintadas primero y al Facundo emponchado y empatillado del ’89, el caudillo traiciona a la patria y la vende al neoliberalismo.

La lucha continúa. El vacío delarruista da por terminadas esas ínfulas socialdemócratas y, tras una serie de cabildeos, llega un salvador de la patria. Néstor, así nomás, un solo nombre, y Cristina, su abnegada compañera.

Néstor y Cristina son ungidos como los nuevos perones y evitas. Los demás son unos gorilas, cipayos, neoliberales, menemistas, nuevas derechas, procesistas. Y esto recién comienza. Es una oportunidad histórica. Toda una gesta nacional viene preparando el momento. ¿Será de liberación? ¿De quién? ¿De los chinos? ¿De Clarín? ¿De Macri? ¿De la Mesa de Enlace? ¿De Falcioni?

Nobel. Ustedes conocen al premio Nobel de Literatura, el anglohindocaribeño V.S. Naipaul. Es un gran escritor. Lástima que no lo invitaron a la Feria del Libro. Me imagino las cartas de protesta que hubiera motivado de parte de los defensores del modelo de embrutecimiento inclusivo. Y es un viajero. Escribió, además de sus novelas, libros sobre la India, los países musulmanes, sobre su recorrido por países africanos. Vino tres veces a la Argentina: en el ’72, el ’74 y el ’77. Tenía un gran amor “en” más que “por” esta tierra, una mujer que fue su amante argentina durante décadas. Sus observaciones fueron publicadas en su libro The return of Eva Perón. Habla de los autos asesinos al referirse a los Falcon. De la barbarie argentina.

En una nota escrita en La Nación por Rodolfo Rabanal a propósito del escritor recientemente premiado, cita a Naipaul: “Hace unos treinta años –dijo en Estocolmo cuando llegaba para recibir el máximo galardón literario– visité la Argentina. Era la época de la guerrilla. La gente esperaba que el viejo dictador Juan Domingo Perón volviera del exilio. El país estaba lleno de odio. Los peronistas aguardaban el retorno del líder para cobrarse viejas cuentas. Uno de ellos me dijo: ‘Hay una tortura buena y otra mala. La buena tortura es la que se aplica a los enemigos del pueblo; la mala es la que los enemigos del pueblo le aplican a uno’”. Sigue Naipaul: “No pude asistir a ningún debate verdadero, sólo había pasión y jerga política, una jerga mayormente importada de Europa. La jerga transforma la realidad en abstracción y, donde ella se impone, la gente se queda sin causas y entonces sólo existen los enemigos. Todavía hoy las pasiones prevalecen en la Argentina, aniquilando toda razón y estropeando la vida de personas, sin que ninguna solución aparezca a la vista”.

Esta nota se publicó el 20 de diciembre de 2001, en momentos en que el país explotaba una vez más. Han pasado diez años. La jerga continúa. Naipaul decía que le asombraba que en las puertas del cementerio de la Recoleta hubiera un par de hoteles alojamiento. Le parecía una vecindad curiosa.

También lo irritaba escuchar con frecuencia “se la metí bien en el culo” como canto de victoria. Lo dice con candor, ya que la sodomía es parte de los confesados encantos de su práctica erótica (de acuerdo a la biografía autorizada de Patrick French, The World is what it is), pero no soporta la “arrogancia” de la sodomía nacional. Una cosa es sodomizar y otra estar orgulloso de haber sodomizado.

Mitos. La gente de la cultura oficial difunde la idea de que los pueblos necesitan un mito. El que ahora se elabora es éste que unge a Néstor y Cristina como nuevos jefes espirituales de la nación. Esta muestra, pobre, aburrida, gris, mortuoria, vengativa, pecaminosa, es parte del intento de participar del relato mítico que legitime esta nueva fase de liberación.

Estamos acostumbrados a los mitos de fundación. El punto cero regenerativo es un lugar común repetido luego de cada una de las crisis nacionales. Pero estos mitos no son mitos, son sofismas culturosos para autocomplacerse en una lucha ficticia pero con efectos reales, nefastos.

Hacerle la guerra a Mitre, Roca, Sarmiento y Rivadavia en nombre de Néstor y Cristina es una bufonada. El relato puritano y maniqueo de la historia es para uso de dictaduras y sus comisarios culturales. A muchos de estos nuevos pensadores que evocan a los antiguos pensadores les encantaría una nueva tiranía, si es para el pueblo. Claro, para el pueblo de ellos. Es lo mismo de siempre. Lo de hace 35 años pero gastado, farsesco, inútil, berreta.

El desafío de la Argentina no es éste. Es el hambre. La falta de vivienda. La salud ausente. La gente dependiendo de dádivas. La marginalidad creciente. La violencia cotidiana. El narcotráfico. El atraso tecnológico. La corrupción sistémica. La juventud fuera del circuito educativo y laboral. La adolescencia sin instrucción. Los ejércitos privados. El arrasamiento salvaje de nuestros recursos naturales. La demolición de toda autoridad que no se presente como poder intimidatorio. ¿Sigo? Es decir, la sociedad.

Pero no les alcanza, quieren patria, y para eso necesitan traidores. Quien consiga un nuevo traidor es bienvenido. Esta no es una voluntad revolucionaria, lo fue en otras épocas, y para mal. Esto es reacción. La típica y auténtica derecha. La que se escuda detrás del clamor nacional contra lo “neocolonial”. Atraso. Decadencia. Impostación. Uso de los muertos para cubrir mediocridades de unos cuantos vivos.

martes, 15 de marzo de 2011

DIÓGENES Y ARÍSTIPO


Diógenes

Estaba el filósofo Diógenes cenando
lentejas cuando le vio el filósofo
Arístipo, que vivía confortablemente
a base de adular al rey.

Y le dijo Arístipo: «Si aprendieras
a ser sumiso al rey, no tendrías
que comer esta basura de lentejas».

A lo que replicó Diógenes: «Si
hubieras tú aprendido a comer
lentejas, no tendrías
que adular al rey».

TRIBUNA: MARIO VARGAS LLOSA

Piqueteros intelectuales

El grupo Carta Abierta pidió a la Feria del Libro de Buenos Aires que me retirara la invitación para inaugurarla, por mi posición "liberal" y "reaccionaria". ¿Qué quieren, una nueva Cuba?

MARIO VARGAS LLOSA 13/03/2011

Un puñado de intelectuales argentinos kirchneristas, vinculados al grupo Carta Abierta, encabezados por el director de la Biblioteca Nacional Horacio González, pidió a los organizadores de la Feria del Libro de Buenos Aires, que se abrirá el 20 de abril, que me retirara la invitación para hablar el día de su inauguración. La razón del veto: mi posición política "liberal", "reaccionaria", enemiga de las "corrientes progresistas del pueblo argentino" y mis críticas a los Gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner. Bastante más lúcida y democrática que sus intelectuales, la presidenta Cristina Fernández se apresuró a recordarles que semejante demostración de intolerancia y a favor de la censura no parecía una buena carta de presentación de su Gobierno ni oportuna cuando parece iniciarse una movilización a favor de la reelección. Obedientes, pero sin duda no convencidos, los intelectuales kirchneristas dieron marcha atrás.

El ministro del Interior de la dictadura prohibió 'La tía Julia y el escribidor' por ofensiva

El nacionalismo es una ideología que ha servido siempre a los sectores más cerriles

Me alegra coincidir en algo con la presidenta Cristina Fernández, cuyas políticas y declaraciones populistas en efecto he criticado, aunque sin llegar nunca al agravio, como alegó uno de los partidarios de mi defenestración. Nunca he ocultado mi convencimiento de que el peronismo, aunque haya impulsado algunos progresos de orden social y sindical, hechas las sumas y las restas ha contribuido de manera decisiva a la decadencia económica y cultural del único país de América Latina que llegó a ser un país del primer mundo y a tener en algún momento un sistema educativo que fue un ejemplo para el resto del planeta. Esto no significa, claro está, que aliente la menor simpatía por sus horrendas dictaduras militares cuyos crímenes, censuras y violaciones de los derechos humanos he criticado siempre con la mayor energía en nombre de la cultura de la libertad que defiendo y que es constitutivamente alérgica a toda forma de autoritarismo.

Precisamente la única vez que he padecido un veto o censura en Argentina parecido al que pedían para mí los intelectuales kirchneristas fue durante la dictadura del general Videla, cuyo ministro del Interior, el general Harguindey, expidió un decreto de abultados considerandos prohibiendo mi novela La tía Julia y el escribidor y demostrando que ésta era ofensiva al "ser argentino". Advierto con sorpresa que los intelectuales kirchneristas comparten con aquel general cierta noción de la cultura, de la política y del debate de ideas que se sustenta en un nacionalismo esencialista un tanto primitivo y de vuelo rasero.

Porque lo que parece ofender principalmente a Horacio González, José Pablo Feinmann, Aurelio Narvaja, Vicente Battista y demás partidarios del veto, por encima de mi liberalismo es que, siendo un extranjero, me inmiscuya en los asuntos argentinos. Por eso les parecía más justo que abriera la Feria del Libro de Buenos Aires un escritor argentino en consonancia con las "corrientes populares".

Si tal mentalidad hubiera prevalecido siempre en Argentina el general José de San Martín y sus soldados del Ejército Libertador no se hubieran ido a inmiscuir en los asuntos de Chile y Perú y, en vez de cruzar la Cordillera de los Andes impulsados por un ideal anticolonialista y libertario, se hubieran quedado cebando mate en su tierra, con lo que la emancipación hubiera tardado un poco más en llegar a las costas del Pacífico sudamericano. Y si un rosarino llamado Ernesto Che Guevara hubiera profesado el estrecho nacionalismo de los intelectuales kirchneristas, se hubiera eternizado en Rosario ejerciendo la medicina en vez de ir a jugarse la vida por sus ideas revolucionarias y socialistas en Guatemala, Cuba, el Congo y Bolivia.

El nacionalismo es una ideología que ha servido siempre a los sectores más cerriles de la derecha y la izquierda para justificar su vocación autoritaria, sus prejuicios racistas, sus matonerías, y para disimular su orfandad de ideas tras un fuego de artificio de eslóganes patrioteros. Está visceralmente reñido con la cultura, que es diálogo, coexistencia en la diversidad, respeto del otro, la admisión de que las fronteras son en última instancia artificios administrativos que no pueden abolir la solidaridad entre los individuos y los pueblos de cualquier geografía, lengua, religión y costumbres pues la nación -al igual que la raza o la religión- no constituye un valor ni establece jerarquías cívicas, políticas o morales entre la colectividad humana. Por eso, a diferencia de otras doctrinas e ideologías, como el socialismo, la democracia y el liberalismo, el nacionalismo no ha producido un solo tratado filosófico o político digno de memoria, sólo panfletos a menudo de una retórica tan insulsa como beligerante. Si alguien lo vio bien, y lo escribió mejor, y lo encarnó en su conducta cívica fue uno de los políticos e intelectuales latinoamericanos que yo admiro más, el argentino Juan Bautista Alberdi, que llevó su amor a la justicia y a la libertad a oponerse a la guerra que libraba su propio país contra Paraguay, sin importarle que los fanáticos de la intolerancia lo acusaran de traidor.

Los vetos y las censuras tienden a imposibilitar todo debate y a convertir la vida intelectual en un monólogo tautológico en el que las ideas se desintegran y convierten en consignas, lugares comunes y clisés. Los intelectuales kirchneristas que sólo quisieran oír y leer a quienes piensan como ellos y que se arrogan la exclusiva representación de las "corrientes populares" de su país están muy lejos no sólo de un Alberdi o un Sarmiento sino también de una izquierda genuinamente democrática que, por fortuna, está surgiendo en América Latina, y que en países donde ha estado o está en el poder, como en Chile, Brasil, Uruguay, ha sido capaz de renovarse, renunciando no sólo a sus tradicionales convicciones revolucionarias reñidas con la democracia "formal" sino al populismo, al sectarismo ideológico y al dirigismo, aceptando el juego democrático, la alternancia en el poder, el mercado, la empresa y la inversión privadas, y las instituciones formales que antes llamaba burguesas. Esa izquierda renovada está impulsando de una manera notable el progreso económico de sus países y reforzando la cultura de la libertad en América Latina.

¿Qué clase de Argentina quieren los intelectuales kirchneristas? ¿Una nueva Cuba, donde, en efecto, los liberales y demócratas no podríamos jamás dar una conferencia ni participar en un debate y donde sólo tienen uso de la palabra los escribidores al servicio del régimen? La convulsionada Venezuela de Hugo Chávez es tal vez su modelo. Pero allí, a diferencia de los miembros del grupo Carta Abierta, la inmensa mayoría de intelectuales, tanto de izquierda como de derecha, no es partidaria de los vetos y censuras. Por el contrario, combate con gran coraje contra los atropellos a la libertad de expresión y la represión creciente del gobierno chavista a toda forma de disidencia u oposición.

De quienes parecen estar mucho más cerca de lo que tal vez imaginan Horacio González y sus colegas es de los piqueteros kirchneristas que, hace un par de años, estuvieron a punto de lincharnos, en Rosario, a una treintena de personas que asistíamos a una conferencia de liberales, cuando el ómnibus en que nos movilizábamos fue emboscado por una pandilla de manifestantes armados de palos, piedras y botes de pintura. Durante un buen rato debimos soportar una pedrea que destrozó todas las lunas del vehículo, y lo dejó abollado y pintarrajeado de arriba abajo con insultos. Una experiencia interesante e instructiva que parecía concebida para ilustrar la triste vigencia en nuestros días de aquella confrontación entre civilización y barbarie que describieron con tanta inteligencia y buena prosa Sarmiento en su Facundo y Esteban Echeverría en ese cuento sobrecogedor que es El matadero.

Me apena que quien encabezara esta tentativa de pedir que me censuraran fuera el director de la Biblioteca Nacional, es decir, alguien que ocupa ahora el sitio que dignificó Jorge Luis Borges. Confío en que no lo asalte nunca la idea de aplicar, en su administración, el mismo criterio que lo guió a pedir que silenciaran a un escritor por el mero delito de no coincidir con sus convicciones políticas. Sería terrible, pero no inconsecuente ni arbitrario. Supongo que si es malo que las ideas "liberales", "burguesas" y "reaccionarias" se escuchen en una charla, es también malísimo y peligrosísimo que se lean. De ahí hay sólo un paso a depurar las estanterías de libros que desentonan con "las corrientes progresistas del pueblo argentino"

lunes, 7 de marzo de 2011

LOS "DEMOCRÁTICOS" INTELECTUALES

¿Y ustedes qué hicieron o eran muy jóvenes y tenían miedo?


SEMANA 09 DE 2011

Erase una vez una carta

El escritor y periodista escribe sobre la oposición de intelectuales K a que Vargas Llosa inaugure la Feria del Libro.

Por Esteban Peicovich (*) | 05.03.2011

El 22 de octubre de 1976, desde Lima, un escritor dirigió una carta al general Jorge Rafael Videla, por entonces ocupante (por invasión) de la Casa Rosada y presidente (por infracción) de la República Agentina. Su texto es el que sigue:

"El PEN Internacional, organización mundial de escritores que tengo el honor de presidir, ha recibido el informe titulado La persecución a artistas, intelectuales y periodistas en Argentina, que me permito adjuntarle, así como un complemento documental –fotocopias de publicaciones periodísticas- en que se apoyan algunas de sus afirmaciones.

"Aunque en el informe aparezcan, de cuando en cuando, expresiones que puedan atribuirse a la pasión política y algunas apreciaciones de carácter subjetivo, el grueso de su contenido, sin embargo constituye una relación de hechos de una gravedad tal que no puede dejar de consternar a cualquier persona civilizada. La lista de acciones que atentan contra los principios básicos de la cultura cubre un amplísimo registro: libros secuestrados de bibliotecas universitarias y particulares que han sido quemados públicamente, clausura temporal o definitiva de periódicos y revistas y establecimiento de una rígida censura, detención de escritores y artistas, sin especificar los cargos que pesan sobre ellos y sin transferirlos al poder judicial, hostigamiento y cierre de editoriales, allanamiento de instituciones dedicadas al arte y a la investigación sociológica.

"Paralelamente a estas acciones oficiales hay las que llevan a cabocomandos armados de gentes vestidas de civil, que su gobierno hasta el momento no ha impedido ni castigado, y que han sembrado el horror en muchos hogares argentinos. El informe cita a intelectuales que han sidosecuestrados de sus casas y luego asesinados, a otros que han sidotorturados, a otros que han desaparecido sin que se tengan noticias de su paradero. Asimismo, decenas de escritores, artistas y periodistas han debido huir del país, porque habían recibido amenazas de muerte. Ni siquiera elexilio es lugar seguro para algunos, pues se ha visto, en el caso reciente del poeta Juan Gelman, como sus hijos y su nuera eran secuestrados en Buenos Aires por una de estas bandas terroristas en represalia por sus opiniones políticas.

"Quiero en nombre del PEN Internacional, hacerle llegar nuestra más enérgica protesta por estos hechos, que constituyen crímenes imperdonables contra el espíritu, y que resultan particularmente insólitos en un país con el grado de civilización de Argentina. En nombre de la rica tradición de pensamiento y creatividad que ha hecho de su país un centro cultural de primer orden, lo exhorto a poner fin a la persecución de las ideas y los libros, a respetar el derecho de disentir, a salvaguardar la vida de los ciudadanos y a permitir que los escritores argentinos desempeñen libremente la función que les corresponde en la sociedad y contribuyan de este modo a su progreso.

"Cumplo asimismo con hacerle saber que, por la gravedad de las acusaciones,voy a recomendar al PEN la publicación de este informe y su difusión internacional. Ésta no es una medida inspirada en convicciones políticas partidistas de ninguna clase, sino, dentro del espíritu de la Carta del PEN, una estricta acción de solidaridad humana y de defensa de los más elementales principios morales que hacen posible la cultura".

El autor y remitente de esta importante carta fue Mario Vargas Llosa quien por entonces presidía el PEN Internacional, que reúne a poetas, ensayistas y narradores de más de cien países. Este texto se difundió en diversos medios periodísticos del mundo y fue reimpreso en 1984 en el libro "Contra viento y marea", del mismo autor. (Biblioteca Seix Barral, Editorial Sudamericana Planeta, en Buenos Aires).

Que Horacio González, intelectual de primera línea, liderara la fallida ofensiva contra Vargas Llosa, muestra lo enferma que está nuestra dirigencia cultural. Y en este caso, con carácter grave, pues Horacio González aceptó sin chistar la indicación oficial siendo que ni nos preside Stalin ni hay Gulag en el país.

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Peicovich, que sean intelectuales no les quita que sean alcahuetes o pseudos democráticos. Y también sirvió para conocer a algunos que uno pensaba o admiraba como defensores de la libertad. !Bah! a Feinmann ya se lo conoce, genuflexo. Una propuesta: A González, director de la Biblioteca se lo podría nombrar Inspector de aves de Corral. JEJE. Para que se parezca.